La actividad constante y la búsqueda de la inspiración.
Es el reflejo de la paciencia en la pintura de un cuadro. Contando solo con una lámina, un lápiz o un simple rotulador, el pintor aporta miles de pequeños trazos y detalla el dibujo con la misma minuciosidad con la que pinta cientos de pequeñas piedras o de olivos. Y como ahora no puede jugar con los colores, lo sigue haciendo con la luz: nocturnos, reflejos de un farol o la sombra de un árbol.